Agricultura ancestral en el Ecuador

Agricultura ancestral en el Ecuador
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Roberto Gortaire

Ecuador

Hace un año fui invitado a participar de una investigación que intentaba descubrir las formas ancestrales de agricultura en el Ecuador que pudieran considerarse patrimoniales. Pude recorrer todo el país y conocer de cerca el talento y el ingenio que han desarrollado nuestros pueblos originarios campesinos e indígenas para alcanzar una agricultura eficiente, inteligente y que resuelva los ingentes y críticos problemas que afronta el sistema agroalimentario.
En cada lugar me preguntaba cómo era posible que hayamos dado la espalda a tantos saberes, tecnologías, agrobiodiversidad tan valiosa, y a toda una cultura que sigue vigente y resistiendo a pesar del impacto que genera la expansión urbana, la agricultura industrial y el extractivismo.
Cómo profesional de la agronomía muchas veces fui sorprendido y superado por la capacidad de estas familias agricultoras para adaptarse a circunstancias extremadamente difíciles y me di cuenta que nuestras modernas ciencias agrarias y el camino de desarrollo que se ha ido imponiendo, tienen muy poco que ofrecer y mucho que aprender de estos pueblos.
Cultivar y cosechar tantas variedades de maíz en medio de las piedras secas en Catacocha, o en las chakras amazónicas del Napo en pleno bosque húmedo, o sobre 3 mil metros de altura en Cañar o Cotacahi es fruto de una tarea milenaria que pocos reconocen, y no trabajo de fitomejoradores o centros de investigación modernos; así mismo, la crianza de 120 diversas especies vegetales y animales imbricadas en un complejo agrario casi mimetizado con la selva solo es posible en el Aja que de hace centurias desarrollan las mujeres del pueblo Shuar. Qué decir de la calidad de productos diversos de la finca tradicional de los montubios, o de las canoeras, colinos y canteros de los hermanos Chachis y afroecuatorianos, o de la fuerza productiva de los pueblos del manglar. Diversidad, ingenio por todos lados
Algunos dirán que estas letras van cargadas de romanticismo y folclor, que la pobreza agobiante en estos mismos pueblos es fruto de su “retraso”, y que la respuesta verdadera está en la tecnología de punta, semillas de alto rendimiento con químicos, más químicos, más modernización… a mi juicio son más bien esas las propuestas obsoletas y fracasadas, desde hace décadas. En contraste estos pueblos, comunidades y familias tienen su propia voz, y a pesar de tanto desprecio histórico, ellos no nos reclaman sino que nos ofrecen el mejor fruto de su trabajo laborioso y su patrimonio, que está en nuestra mesa todos los días de la vida. Creo firmemente que si tan solo fuéramos recíprocos y les diéramos el valor que corresponde a su esfuerzo sería más que suficiente para superar las pobrezas; y más aún, si reconocemos su talento y valoramos tanto conocimiento que en el pasado hemos despreciado, seguramente encontraremos las respuestas para la agricultura del futuro.

La chakra Andina

La Chakra Andina o chagra, es la forma de agricultura propia de los pueblos indígenas quichuas de la sierra y podemos encontrarla en todo el callejón interandino, propiamente desde el sur de la provincia de Carchi (fronteriza con Colombia) hasta el norte de Loja (fronteriza con Perú). Se caracteriza por una alta agrobiodiversidad y un complejo sistema de semillas y adaptaciones varietales que se desarrollan en los diversos pisos agro-climáticos de la serranía, aproximadamente entre los 2400 y 3500 metros sobre el nivel del mar, donde se reconocen generalmente tres zonas: alta, media y baja (y zonas de transición). Desde su origen prehispánico, la chakra se orienta a la satisfacción de la alimentación familiar y comunitaria, este criterio es el que determina qué y cuánto debe sembrarse. La influencia del ciclo lunar y varias señas agroclimáticas, definen cuándo sembrar; los solsticios y equinoccios marcan los hitos del calendario agrofestivo andino. Una serie de prácticas ingeniosas y tecnologías muy funcionales para el manejo ecológico del suelo, agua, cultivos y crianzas, son las claves para la sostenibilidad del agroecosistema y explican cómo producir.
Otra característica clave es el complejo cultural, los ritos y tradiciones ancestrales que acompañan el desarrollo de cultivos, crianzas y alimentación; éstos le dan sentido espiritual y de profunda conexión con la realidad, Allpa Mama (madre tierra –suelo vivo), Yaku Mama (agua viva) y la Pacha Mama (el contexto natural y energía vital universal), y han sido claves en el mantenimiento de la cohesión y ampliación del tejido social, que se expresa en la familia, la comunidad indígena y sus formas organizativas.

El Wachu rozado y la finca de los pastos

El Wachu Rozado es una tecnología de labranza mínima de origen milenario, base de un complejo agrosilvo pastoril que denominaremos “Finca de los Pastos”, haciendo referencia a los pueblos ancestrales que habitaron los territorios norandinos del Ecuador y sur de Colombia, particularmente la provincia del Carchi, y que hoy se reconocen en proceso de revitalización cultural. El sistema integra una mezcla de pastizales (que incluye variedades silvestres y modernas) para la crianza de ganado vacuno en rotación con variedades de papas, y algunas veces otros tubérculos y cultivos andinos; además plantas forestales y arbustivas con funciones ecológicas, mecánicas o medicinales. La práctica del wachu rozado se aplica de forma manual con un apero específico (palón con cute). La finca de los pastos se desarrolla en el contexto del Páramo Norte Andino donde el conocimiento profundo y la relación viva y cercana con este ecosistema frío y húmedo, es otra característica importante de la cultura agrícola que aquí se construye.

Siembra de agua y huertas paltas

Hablamos primero del sistema de siembra de agua o Catacocha, que es un humedal léntico artificial de gran complejidad tecnológica de origen ancestral propio de la región de los Andes Bajos Ecuatoriales, territorio que en el período de integración (900 a 1470 DC) fue ocupado por los denominados Paltas y otras importantes culturas, previo la incursión del incario. Los Paltas fueron capaces de adaptar su modelo agrario al ecosistema de bosque seco y la heterogeneidad edafo-climática de la zona. La Catacocha implica la creación de grandes lagunas de infiltración en zonas altas estratégicamente dispuestas, que captan la escorrentía de aguas lluvias a través de brazos o canales y la percolan a la profundidad del suelo. Esta agua infiltrada aparece en vertientes en zonas más bajas y se moviliza por quebradas; allí se instalan los denominados “tajamares”, que son barreras o muros de piedra interpuestos en el curso de la quebrada que reducen la velocidad del agua y la represan evitando su pérdida, mientras que en sus riberas permiten la generación de biomas con alta diversidad. Ya en el ingreso a los predios se disponen los “pilancones” que son reservorios o estanques que permiten la captación del agua para el uso agrícola y consumo humano. Se ha observado que durante los inviernos el sistema se llena (saturación del subsuelo por la infiltración), para luego ser aprovechado en los meses muy secos (aumenta el volumen en las vertientes). Los sistemas agrícolas que se sirven de las catacochas tienen gran notoriedad paisajística, agrobiodiversidad y un complejo tecnológico basado en sistemas agroforestales que denominaremos “Huertas de los Paltas” por su autenticidad y particularidad. La crianza de animales no deja de ser importante y es sorprendente también el sistema tradicional de maíz de una variedad criolla adaptada a las condiciones de sequedad y terrenos pedregosos (maíz de piedra); el sistema tradicional de maíz incluye al ataco y al sangorache (Amaranthus quitensis y A. Spp-), otras especies igualmente resistentes a la sequía. En las zonas más bajas, donde no operaba el sistema de lagunas de infiltración, se idearon las “terrazas hundidas” que permiten la saturación de humedad durante el invierno para sobre ellas cultivar en verano; también se practica la agricultura de “lecho de río” que dispone del propio canal del río en el verano cuando baja o cesa el caudal, y así se habilitan huertas que garantizan la producción alimentaria.

La Finca Montubia

Denominaremos Finca Montubia al sistema agrícola diversificado que tiene lugar en las provincias costeras ecuatorianas y es practicado por familias campesinas de tradición montubia: pueblo mestizo con fuerte identidad, heredero de nativos, afros, españoles y en menor medida, libaneses. El sistema puede centrarse en el desarrollo de cultivos como cacao, café o banano, sin embargo integra cultivos frutales, forestales, hortalizas y crianzas animales, y muchas veces se asimila con el bosque tropical. En la finca suelen coexistir tres subsistemas: las albarradas; la finca propiamente dicha; y las eras o huertas. Las albarradas consisten en un humedal artificial, tecnología de origen ancestral que es el centro de un sistema complejo de manejo de recursos hídricos: se capta agua por métodos de infiltración en épocas de invierno, se destina para riego, la crianza de peces, patos y se convierte en sitio de refresco y recreación. Es común en zonas secas y hace posible el regadío de la finca donde la diversificación, cobertura y manejo orgánico del suelo, reducen la demanda hídrica y así se integra un círculo virtuoso en el aprovechamiento del agua. En la finca propiamente dicha se desarrollan principalmente frutales y cultivos muy diversos y propios del trópico tales como banano, cacao, yuca, variedades de arroz y muchos más. En un área menor se disponen las denominadas Eras o huertas: se trata de la despensa familiar de hortalizas, legumbres, condimento, frutales y otros cultivos propios de la alimentación básica familiar.

Canoeros, Colinos y Canteros

En el norte de la provincia de Esmeraldas se encuentran ríos como el Cayapas y el Santiago, parte de la bioregión del Chocó, en cuyas riberas conviven, desde tiempos ancestrales, comunidades de diverso origen cultural mayoritariamente de nacionalidad nativa Chachi y Afrodescendientes que no fueron esclavizados, incorporando sus tradiciones originarias al sistema americano. Coexisten en un ecosistema de singular belleza paisajística donde se combina el río con el bosque húmedo tropical. Han desarrollado relaciones interculturales estables, y diversas adaptaciones y sinergias con su entorno. Incluyen básicamente 3 subsistemas agrícolas: canoeras, colinos y canteros. Las Canoeras son pequeños huertos hortícolas y medicinales que se cultivan en camas elevadas construidas generalmente con madera y caña guadua, pero también es común el uso de viejas canoas de río que de este modo se reciclan para disponer el huerto, de ahí su denominación. Los Colinos o P’atavitia en el idioma de los Chachis (cha’apalachi), son modelos de agricultura ancestral de roza y tumba que pueden explicarse como fincas familiares diversificadas que se desarrollan en armonía con el bosque húmedo tropical en extensiones que generalmente van de media a una hectárea. Sus cultivos principales son banano, yuca, coco, cacao, chonta y diversos frutales. En la primera fase de siembras se incluyen asocios de maíz (variedades llamadas canguil y criollo), con fréjol, haba, cucurbitáceas y otras plantas. La denominación “colino” tiene otro uso común y se refiere a la forma botánica de reproducción de plantas como el plátano. El término se usa indistintamente para referirse a la finca propiamente dicha y a cualquier ramilla o brote apropiado para siembra. Cantero o E’vitia para los Chachis, es el nombre que se da a un cultivo de caña de azúcar, producto que ganó importancia en la región por diversos usos y procesos que se le generan (miel de caña, panela, guarapo, aguardiente, bagazo, etc.). Se observa generalmente en parcelas de entre 500 o 1000 metros cuadrados encerradas entre árboles y arbustos propios de la diversidad del bosque tropical. La dinámica fluvial determina los procesos de fertilidad natural de los suelos de las riberas, que es donde se cultivan los Colinos y Canteros; y el arrastre del río que trae suelo y hojarasca desde tierras altas forma un compuesto orgánico denominado marmaja, que es el sustrato más apropiado para el cultivo de las Canoeras.

Los Pueblos del manglar

Los pueblos ancestrales del ecosistema manglar en Ecuador se denominan así puesto que consideran que la base de su identidad cultural, de su racionalidad social y económica está vinculada trascendentalmente con él. Ocupan las zonas costaneras de franja marina y estuarios de ríos. Principalmente lo componen afroecuatorianos, mulatos y campesinos de identidad montubia. En el manglar coexisten al menos dos actividades fundamentales: la recolección de concha y la pesca artesanal de especies del estuario del río; sin embargo estos pueblos no conviven únicamente en la franja de manglar, sino con otros subsistemas: la zona de transición o raconchal, vegetación donde se desarrolla y captura el cangrejo; la finca diversificada (similar a la descrita para los pueblos montubios) y el bosque húmedo tropical. Es decir que los pueblos del manglar se construyen en una “sociedad” entre estos 5 subsistemas, constituyendo un complejo agroalimentario y recolector en armonía con ecosistemas naturales.

El Aja Shuar

La Amazonía ecuatoriana, uno de los centros de biodiversidad más notables del mundo, también alberga a los que podrían considerarse los sistemas agrícolas más complejos, auténticos y diversificados que existen en el país. El Aja, practicado por la nacionalidad Shuar, está prácticamente “mimetizado” con el ecosistema natural. En él es determinante el rol de la mujer shuar ya que es casi exclusiva su responsabilidad en el manejo del sistema. Es de importancia crucial la práctica de diversos ritos como los Anent: plegarias o cantos de singular belleza que se realizan en diversos momentos y que son una muestra del respeto y profundo afecto que el pueblo Shuar dispensa a la naturaleza. Los Nantar o talismanes son piedras especiales sigilosamente ocultas por la mujer en algún punto dentro del Aja y que acogen a Nunkui, la Reina del Aja, quien emite la energía y vitalidad necesaria para el desarrollo de los cultivos. Los diversos arreglos y asocios entre cultivos son muy funcionales y complejos; existe un notable conocimiento sobre las razones y períodos de fuerza y fragilidad del suelo, característica dual muy propia de la Amazonía, y se han creado tecnologías agrícolas adaptadas a esta condición. Por ejemplo, la movilidad del Aja: hablamos de un área de 1 hectárea aproximadamente que se instala en un bosque socolado (roza, tumba y quema), en un período de cultivo que no va más allá de 3 o 4 años (aja vieja); luego viene un período de descanso funcional o regeneración de ecosistema natural que dura entre 5 y 15 años. El Aja se mueve a otro sitio iniciando el ciclo con el corte por roza de hierbas y arbustos, luego se tumban los arboles más grandes. El proceso de descomposición y formación de suelos es dinámico y acelerado y a menudo se agregan las cenizas que se obtienen de las quemas de hierbas secas y árboles, lo cual mineraliza estos suelos orgánicos. La agrobiodiversidad manejada en un Aja incluye más de 100 diversos cultivos, donde generalmente la yuca hace de guía o centro de proceso agroalimentario (mas de 30 variedades reconocidas); papa china, pelmas, kenkes (tubérculos), piña, camote, porotos, plátanos, maní, maíz, frutales diversos, todos ellos cultivos imbricados en un conjunto multifuncional de especies. Para un observador ligero parecería una mezcla sin orden, sin embargo pueden reconocerse ciertos “secretos”: hay especies que deben sembrarse junto a la yuca y otras que no deben estar en el Aja pues perjudican el engrose; unas prefieren la sombra y algunas la evitan, y así un sinnúmero de criterios agronómicos. Además se reconocen y cultivan decenas de plantas medicinales y es nada despreciable la diversidad de crianzas animales que incluyen sahino, pavos, guatusa, guanta. La conexión del Aja con la diversidad del bosque húmedo amazónico integra otra serie de frutos silvestres, animales, insectos, aves, y peces del río que enriquecen la dieta increíblemente diversa y saludable del pueblo Shuar.

La Chakra amazónica

Expresión que usan los pueblos ancestrales quichuas del oriente ecuatoriano para denominar a su sistema agrícola, el mismo que guarda similitudes con otras modalidades tradicionales en el territorio en términos de agrobiodiversidad y sistema de manejo, sin embargo hay matices y particularidades que le otorgan autenticidad y originalidad. El primer elemento determinante es la relación con el río, en este caso nos referiremos a una agricultura itinerante de lecho o vega de río. Ocurre que en las crecientes y bajantes del río en el transcurso del tiempo, se van formando pequeños islotes que son áreas fertilizadas por el río, y por el contrario otras zonas son arrasadas por él. Un enfoque central es el manejo del suelo, hay mayor atención a los ciclos de fertilidad en relación con el río en la “formación de suelo” a partir de la biomasa vegetal que por ciclos y aceleradamente se incorpora. Importante es el sistema tradicional del maíz variedad criolla, adaptado ancestralmente a las condiciones de extrema humedad y alta biodinámica, pero sin duda es la yuca nuevamente la planta madre que genera los ritmos en el sistema, se reconocen algunas variedades y como cosa particular en los períodos de cosecha se mantienen los sembríos de yuca totalmente “enmalezados”, es decir se permite el desarrollo de vegetación adventicia en la base del cultivo, pues con esta técnica se garantiza la frescura del producto.

Referencias

  • Texto adaptado de SIPAN – Sistemas Ingeniosos de Patrimonio Agrícola, publicación en revisión – FAO y Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador – autor: Roberto Gortaire A. 2014 – 2015.
Roberto Gortaire es co fundador del Colectivo Agroecológico del Ecuador. Agrónomo agroecologista, cultiva una finca en Penipe y realiza labores a favor de la agroecología en su natal provincia de Chimorazo y a nivel nacional.
Roberto Gortaire

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