EL CULTIVO DE ARROZ CON PATOS DEMUESTRA LA FACTIBILIDAD DE LA AGROECOLOGÍA
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10 Nov, 2020

CULTIVANDO

Javier Carrera

Red de Guardianes de Semillas

Por miles de años las poblaciones campesinas del este y sudeste asiático han combinado el cultivo del arroz con patos y peces. En el año 2012 el permacultor Servio Pachard implementó por primera vez este sistema en el Ecuador. Queremos compartir con ustedes los asombrosos resultados de esta aventura.

La Asociación San Francisco de Sarampión (ASFS) había recorrido desde el año 2011 un arduo pero emocionante camino hacia el cultivo agroecológico del arroz. Como parte de un proceso de investigación campesina de la Red de Guardianes de Semillas (RGS), liderada en Calceta por Servio Pachard, la asociación instaló su propia piladora de arroz de rodillos regulables para poder vender arroz integral, de semilla criolla. Desde la coordinación de la RGS apoyamos en la comercialización, buscando promover el consumo de arroz criollo. 

Ya en la siembra de 2011 los productores lograron eliminar los pesticidas y herbicidas, pasando al deshierbe manual y al control de plagas con preparados de plantas aromáticas. Pero se mantuvo el uso de fertilizantes químicos, pues todos los intentos de usar abonos orgánicos fracasaron. 

Esto nos entristeció mucho, pero también nos dejó una duda: ¿cómo produjeron arroz los campesinos asiáticos, por miles de años, sin necesidad de fertilizantes sintéticos? La investigación bibliográfica reveló varios métodos, pero el que más nos llamó la atención fue el modelo ancestral que incorporaba al pequeño pato chino y la lamprea, un pez en forma de anguila. Este modelo había sido rescatado y promovido por el permacultor japonés Takao Furuno.

Quedaba la duda de si se podría adaptar esta forma de cultivo a las especies de patos y peces del Ecuador. Furuno señalaba que el “pato moscovita” nativo de los andes (Cairina moschata) no era adecuado para el sistema, debido a que es “débil para el agua”. Tampoco sería posible encontrar lampreas en nuestro entorno. 

 En 2012, Servio se puso al frente de un proyecto experimental, que consistió en la siembra de arroz criollo de variedad Lira en este sistema mixto. Tuvimos que trabajar con patos andinos a pesar de las advertencias, porque no había otra opción disponible. Como pez se eligió el chame (Dormitator latifrons), un pez pulmonado de ecosistemas fangosos muy apreciado en la cocina local. Completando este gremio de cultivo se incluyó a la Azolla, planta flotante que fija nitrógeno en el agua y se reproduce con mucha rapidez. 

Para dar más validez al experimento, se sembró una parcela testigo de arroz híbrido con cultivo convencional químico y se montó un sistema sencillo de monitoreo semanal del desarrollo de ambos cultivos. El proceso fue financiado por el Comité Ecuménico de Proyectos, mediante gestión de la RGS, y la siembra se realizó en un terreno manejado por la Secretaría Nacional del Agua, bajo responsabilidad de la ASFS.

Preparación y siembra

La semilla de arroz Lira se obtuvo de la misma ASFS; se trata de uno de los arroces criollos preferidos en la zona. Los arroces “criollos” surgieron en los últimos 300 o 400 años por selección campesina a partir de variedades traídas de fuera, desde tiempos de la Colonia española. Suelen ser plantas altas, bien adaptadas localmente y con buena resistencia a plagas y enfermedades. Sus nombres parecen contar historias: Piedra, Gallinazo Negro, Tres hombres, Lira, Rucama, Cristal, o el más antiguo de todos, el Puyón blanco. 

En las últimas décadas estas semillas han sido reemplazadas por arroces híbridos de tipo industrial. Estas son variedades de alto rendimiento que requieren el uso de agroquímicos, no se adaptan al territorio y son más débiles. Las exigencias de los intermediarios, el desconocimiento de los consumidores y la promoción por parte del Estado del modelo agroindustrial han favorecido la expansión de estos cultivos. 

En Ecuador, se espera una cosecha de 100 quintales por hectárea de arroz híbrido, aunque según los testimonios campesinos, las condiciones de agotamiento del suelo y otros problemas relacionados al modelo pueden reducirla hasta unos 60 quintales. Al menos un estudio científico corrobora esto (Quijije et. al., 2018). Por otro lado, los testimonios campesinos señalaban que el arroz criollo no produce en ningún caso más de 60 quintales. 

Si la productividad es menor y el acceso al mercado más difícil, ¿por qué insisten las familias campesinas en cultivar pequeñas parcelas de arroz criollo? La razón es contundente: el sabor es mucho mejor. Lo usan para consumo propio y gastronomía local. En 2011 la RGS realizó pruebas con consumidores en la ciudad de Quito, obteniendo los mismos resultados de preferencia por el arroz ancestral, lo que nos indicó que hay un mercado para este producto. 

Encontrar los patitos, que debían tener dos semanas al ingresar al arrozal, fue todo un reto: hubo que ir de casa en casa, comprando unos pocos huevos por aquí, un par de patitos por allá. Servio recordaba que en su niñez había patos por toda la región, y se apenó por esta pérdida. 

Se instaló una incubadora artesanal para ayudar al desarrollo de los huevos. Los alevines de chame se consiguieron en granjas acuícolas locales. La Azolla la tenía Servio en casa, como parte de su sistema de tratamiento de aguas grises.

El arrozal se sembró el 1 de febrero de 2012, y los patitos ingresaron a los pocos días. La distancia de siembra fue de 25 cm entre plantas, y 40 cm entre hileras, para facilitar el acceso a los patos. Ingresaron 75 patos en la parcela de 2450 metros cuadrados (es decir unos 300 por hectárea), con un espacio libre por animal de 33 metros cuadrados. 

Se sembró monocultivo de arroz híbrido INIAP-14 en una parcela testigo de igual tamaño.

Mientras tanto, una plaga de caracol manzana (Pomacea canaliculata) se expandía por el litoral. Acabaría provocando la pérdida de más del 30% de los arrozales del país. El gobierno regalaba plaguicidas sin lograr detener su avance, mientras que los productores desesperados quemaban sus cultivos como última medida. No parecía el mejor auspicio para el inicio de la aventura. 

 

Desarrollo

El ciclo del arroz es de cuatro meses. Durante este tiempo, varios problemas afectaron al desarrollo del cultivo.

El primero fue el ataque de los perros del vecindario. Este es un problema constante para la agroecología en el Ecuador. Los propietarios no se hacen responsables del daño que causan sus mascotas, las dejan libres sin entrenamiento ni control de ninguna clase. La afectación a la vida silvestre es enorme, y suele ocurrir lo mismo con sistemas de producción diversificados. Como prevención se instaló una cerca con malla de alambre galvanizado rodeando toda la parcela, lo que elevó considerablemente los costos iniciales.

Por otro lado, no se diseñaron inicialmente refugios para los alevines de chame, y los patos casi acabaron con ellos. Esto se corrige con facilidad, modificando el perfil en los bordes de la poza, pero la inexperiencia significó una perdida en el proceso.

Se decidió no poner ningún tipo de fertilización en la parcela con patos, para evaluar el verdadero potencial del sistema. Tampoco se realizó ningún tipo de control de plagas. El deshierbe manual se realizó en 8 jornales.

En la parcela testigo se aplicaron 45 kilogramos de urea y kristalon (NPK y micronutrientes) para fertilización. Se realizaron 18 jornales de deshierbe, aplicando glifosato y gramoxone. Para el control de plagas y enfermedades se usó monodrin y cipermetrina. 

Cuando se acercaba el momento de la formación del grano, surgió otra preocupación: según Furuno, los patos debían salir de la poza en esta etapa, porque si bien no consumen la planta mientras se desarrolla, cuando ya hay grano sí que les parece muy interesante. Esto obligaba al permacultor japonés a usar algún tipo de fertilización externa en las etapas cruciales de engrosamiento del grano. Pero Furuno trabajó con pequeños arroces híbridos. ¿Sucedería lo mismo con los altos arroces criollos?

 

FOTO: George Hodan

FOTO: Stickpen

Efectos y funciones de los componentes del sistema

El principal efecto que causan los patos es el de enturbiar el agua. Para ello, el nivel acuífero debe controlarse de manera que los pies de los patos rocen el fondo de la poza, sin llegar a asentarse; es decir, que chapoteen. A medida que los patos crecen, se aumenta la profundidad del agua para mantener este efecto. Esto crea condiciones muy similares a las de los pantanos donde evolucionó el arroz, y al ser el agua muy turbia y oscura, reduce la germinación de malezas, y por tanto la necesidad de deshierbe. El suelo así aflojado entrega al arroz una cantidad mayor de nutrientes. 

Los patos deben ingresar pronto a la poza para que coman a las madres de los insectos herbívoros (las plagas del arroz) cuando éstas tratan de colocar sus huevos. Esto reduce considerablemente la cantidad de insectos, facilitando el control de plagas. 

Patos y peces depositan grandes cantidades de estiércol rico en nitrógeno, fósforo y potasio. El chapoteo de los patos oxigena el agua, al tiempo que disemina el estiércol. La Azolla contribuye a la fertilización, aportando nitrógeno.

Los patitos se alimentan de las malezas que alcanzan a crecer, sin afectar al arroz, y de los insectos que logran nacer, así como de larvas, algas, Azolla y otros seres vivos que se reproducen en gran cantidad en la poza ecológica. Los patos necesitan muy poco alimento adicional: un suplemento alimenticio al 18% durante 30 días y a partir de entonces, un poco de maíz y restos de cocina diariamente. Esta necesidad puede reducirse a futuro cuando se diversifique y mejore la fauna y flora de la poza, y se siembren policultivos en sus bordes.

En resumen, entre las funciones que aportan los distintos elementos del sistema tenemos: enturbiamiento y reducción de malezas, deshierbe, control de plagas, fertilización, mejora en la dieta.

FOTO: Jordan Bergendahl

 

Resultados

Los resultados que Servio nos presentó en la Asamblea anual de la Red de Guardianes de Semillas, reunida en julio de 2012, causaron alegría y asombro.

En primer lugar, se logró una productividad de 20 quintales en la parcela ¡equivalente a 80 quintales por hectárea! Este es un récord para variedades criollas, y se debió probablemente al mayor desarrollo de las raíces en el medio fangoso creado por el trajinar de los patos y peces y a la fertilización constante causada por ellos. En comparación, la parcela convencional produjo solamente 18 quintales, o 72 por hectárea.  

Por primera vez en el país, se comprobó que un cultivo agroecológico de arroz puede superar en productividad a un cultivo de tipo agroindustrial. Y esto tomando en cuenta que era la primera aplicación de este sistema en un suelo agotado por la sobre explotación. ¿Hasta dónde podremos llegar con varios años de regeneración agroecológica?

En segundo lugar, se logró mantener a los patos en el arrozal hasta el momento de la cosecha, aportando con fertilización natural durante etapas cruciales del desarrollo del grano. Nos dijo Servio, “si hubiéramos usado el arroz híbrido, de mata pequeña, creo que los patos se hubieran comido el arroz; pero con las variedades criollas, que son más altas, los patos no lograban llegar a la espiga.” El uso de semilla ancestral nos permitió superar el principal problema en el modelo propuesto por Furuno. 

Y por supuesto, alguien formuló la pregunta más grave del momento: “¿Y los caracoles, compañero?” Servio soltó una carcajada, y nos dijo: “los patos se pelean por los caracoles, los sacuden hasta que asoman la cabecita, y ahí mismo caen otros patos a arrancharse el pobre caracol como que fuera chicle. No quedaron caracoles para afectar al cultivo.”

Finalmente, pasamos al tema económico. El modelo agroecológico tuvo una inversión inicial mayor, debido al establecimiento de la casa de los patos, la incubadora, la malla, y la compra de patitos y alevines. En total, como se ve en la tabla, se invirtieron US$ 1160 en la parcela  ($4640 por hectárea). La malla representa casi el 50% del costo, por lo que si se pudiera eliminar el problema de los perros y predadores, éste se reduciría considerablemente. De todas formas, el costo de producción se reduce a partir de la segunda siembra a solo US$ 1740/ha como gastos recurrentes, pues la infraestructura ya está establecida y se produce la semilla del arroz, los patos y los peces. 

Los costos de producción por hectárea de arroz convencional están alrededor de US$ 1870 por hectárea (Quijije et. al., 2018), y es un gasto recurrente por cada siembra, que incluye semilla e insumos químicos.

Así, en 10 años el modelo ecológico representaría egresos de $17400/ha, mientras que en el convencional representaría $18700/ha, una diferencia de $1300 a favor del modelo agroecológico.

En cuanto a las ganancias, el quintal de arroz se vende en el mercado convencional a $35, aunque los intermediarios a menudo pagan menos al productor. Esto significa idealmente un ingreso de $2520 por hectárea para el modelo convencional, con los 72 quintales de este experimento. Restando los egresos, el modelo convencional arrojaría una ganancia de $650 por hectárea.

El modelo con patos y chames revoluciona completamente el modelo de ganancia. En primer lugar, el arroz agroecológico alcanza un mejor precio, en parte debido a la mayor apreciación que reciben los productos orgánicos en el mercado, pero también porque se comercializa a través de circuitos más cortos, con menos intermediación, dejando un mayor porcentaje de ganancias al productor. En 2012 la ASFS logró colocar a $45 el saco de arroz, lo que arroja un ingreso por venta del grano de $3600/ha. Pero esto no es todo. La venta de 250 patos (considerando una pérdida de 50 patos), a $5 la unidad, aumenta en $1250 los ingresos, mientras que la venta de mil chames (el 50% de los sombrados) añade $800, para un ingreso total de $5650 por hectárea. De esta forma se logra financiar la inversión inicial y generar una ganancia en el primer cultivo de $1010/ha. A partir de la segunda temporada, la ganancia sería de $3910 por hectárea. 

Por supuesto, esto depende de que se logre vender la mayor parte del arroz, patos y peces. Y los cálculos de este tipo nunca son exactos, pues el mercado es un sistema complejo donde intervienen muchos factores. Pero estas cifras nos dan ya un panorama general muy favorable, económicamente hablando.

Pero la economía monetaria tampoco lo es todo. Hay que sumar a las ventajas de este modelo el mejoramiento constante del suelo y del ecosistema en general, así como la mejora en la seguridad alimentaria de la región y la nutrición de la familia campesina.

 En conclusión, nunca habíamos visto con tanta claridad que el modelo agroecológico puede ser no solo favorable a la soberanía alimentaria y a la regeneración ecológica, sino además más productivo y mucho más rentable que el modelo convencional.

 

Corolario

En el año 2013 participamos en una discusión vía Twitter con un asesor del entonces Ministro de Agricultura. Su posición era que en el Ecuador la agroecología no puede ser la base de la alimentación. Le comentamos sobre el modelo del arroz con pato, y él nos dijo que nuestro experimento era bien conocido en el Ministerio, que era hermoso y muy romántico, pero que no era factible realizarlo a mayor escala. Le preguntamos por qué. Se demoró unos segundos en responder, probablemente haciendo cálculos, porque al final nos dijo: “porque si cultiváramos las 315,000 hectáreas de arroz del país con su método, tendríamos más de 94 millones de patos. ¿Qué diablos vamos a hacer con tantos patos?”. 

Nos costó creer que él creyera que esa era la dificultad. ¿Qué podemos hacer con 94 millones de patos? ¿Quizá dejar de comer tantos pollos de galpón, envenenados con sustancias químicas dañinas, alimentados con transgénicos, hormonas y antibióticos? ¿Quizá incluso exportar carne orgánica de alta calidad? 94 millones de patos vendidos a $5 la unidad, significarían 470 millones de dólares en manos de productores campesinos. 

Pero claro, esto no convendría a los intereses de aquellas megaempresas que controlan el mercado alimentario de forma casi monopólica y cuya influencia en el Estado es, por así decirlo, considerable. Perderían mucho dinero. 

Quizá eso quieren decir los defensores del modelo convencional cuando opinan que la agroecología no puede alimentar al mundo. No se trata de que sea técnicamente imposible; como hemos visto en este y en muchos otros ejemplos la agroecología produce más alimento por hectárea mientras regenera el ambiente. Tampoco es un problema de rentabilidad: el apoyo a la inversión inicial para el cambio de modelo se recuperaría rápidamente, siempre y cuando hubiera acceso al mercado. 

El problema es político. Mientras los gobiernos sirvan prioritariamente a los intereses de las grandes corporaciones, no se podrán dar los cambios necesarios para alimentar al mundo, reducir la pobreza y salvar a nuestra Tierra. 

Unos años después volví a Calceta para planificar una nueva edición del experimento del arroz con patos. Nos pusimos con Servio a hacer cálculos y llegados al punto de conseguir los patos, expresé mi preocupación de que nuevamente tendríamos que hacer muchos esfuerzos para alcanzar el número necesario. “Oh no”, me dijo Servio, “ahora hay patos por todo lado, nuevamente. La gente está emocionada criándolos, y poco a poco más familias los manejan en el arrozal. En ese sentido sí logramos impulsar un cambio”. No pude sino emocionarme. ¡Un experimento tan pequeño, de tan corta duración, había tenido un efecto positivo durable! 

Llegará el día en que logremos democratizar el funcionamiento del Estado y orientarnos como sociedad hacia modelos más adecuados de producción, comercialización y consumo. Pero hasta entonces, y para poder llegar a ello, es nuestra responsabilidad avanzar paso a paso, arriesgándonos como productores a probar ideas nuevas, invirtiendo como consumidores en productores y productoras que busquen ese cambio, demostrando juntos la factibilidad de las alternativas. El experimento del arroz marcó un hito para nosotros en este sentido, confirmando nuestra esperanza de que es posible construir un mundo mejor. 

Aunque los patitos ni sospechen de su enorme importancia, mientras chapotean felices en el arrozal.

 

Bibliografía

  • Furuno, T. (2001). The Power of Duck. Tagari Publications.
  • Haz Alvarado, M. (2002). Producción y exportación del Chame, como nueva alternativa comercial para el Ecuador. ESPOL.
  • Quijije, B. A., Carvajal, S. J., García, K. E., & Cedeño, W. B. (2018). Costo, volumen y utilidad del cultivo de arroz, cantón Samborondón (Ecuador). Revista Espacios, 40(7), 16.
Javier Carrera es el fundador de la Red de Guardianes de Semillas (www.redsemillas.org), donde ejerce como Coordinador Social.
Javier Carrera

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